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Herbalife (1) · La religión del hambre

Foto del escritor: David VerdugoDavid Verdugo

Metales pesados, compuestos tóxicos, sustancias psicotrópicas y patógenos bacterianos. Es lo que contienen los productos Herbalife, según un informe de la Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos. En 2011 varios investigadores españoles publicaron un estudio que acreditaba que 21 consumidores de productos Herbalife habían sufrido problema de hepatotoxicidad. 10 de ellos padecieron hepatitis, 6 enzimas de hígado en aumento, 3 daño hepático, y los dos últimos colestasis y función hepática anormal. Desde entonces, idénticos estudios con idénticos resultados se han repetido en numerosos países del mundo.


Pero tan grave como lo que contienen los productos Herbalife, es lo que no contienen. Y es que son pobres en vitaminas y minerales, así como en proteínas e hidratos de carbono de calidad. La mayoría provienen de la soja y del azúcar, respectivamente. Todo esto entraña el riesgo de provocar cambios en el metabolismo de tejidos y órganos, que en última instancia pueden ser irreversibles, y provocar un déficit nutricional severo, así como el famoso "efecto rebote". Entonces, ¿a qué se debe el éxito de Herbalife?


A lo largo de la historia las religiones han marcado la pauta de prácticamente todo. Durante siglos sus normas fueron tan omnipresentes como el dios al que rezaban. Sin embargo, el mundo cambió, y el incesante bombardeo de estímulos, unido al incremento de la esperanza de vida, arrasó con el fantasma de la muerte, y en consecuencia con la religión. La promesa del edén empezó a antojarse vaga y distante, pero seguía habiendo paraísos que conquistar en la tierra, físicos, pero sobre todo emocionales; y uno de los dogmas de aquella religión que agonizaba, sobrevivió al bombardeo. No hay redención sin dolor, recompensa sin sacrificio, pérdida de peso sin hambre; o en el mejor de los casos, con sabor, textura, aroma, comida. Conocedores de ese axioma que había calado hasta los huesos, los gurús del nuevo milenio desarrollaron todo tipo de terapias y guías para alcanzar los más variados paraísos. El del cuerpo perfecto era uno de ellos, y Herbalife, su falso mesías.


En la religión católica el ayuno consiste en realizar sólo una comida fuerte al día y reemplazar las otros dos por una ingesta ligera (fruta, yogures…). Sobre esa mima premisa, Herbalife construyó su imperio. Sus batidos, sustitutivos de hasta dos comidas diarias, parecen cumplir con una lógica aplastante. Lo que no se mastica engorda menos. Y también con una lógica desesperada. La lógica de las pieles caídas, de las carnes abotargadas y las mentes que las repelen. En esa lógica desesperada las soluciones con apariencia de milagro se vuelven terrenales, sensatas. Porque la desesperación sólo necesita una lógica diminuta y parcial para abrazarse a ella. Como la lógica de las religiones.


De la misma manera que el catolicismo levantó iglesias fastuosas, capaces de embelesar al más curtido hasta hacerle creer que aquello sólo podía ser obra de un dios que usaba a los hombres como herramienta, Herbalife empleó otro tipo de templos. El propio cuerpo puede ser un templo. Un cuerpo esbelto puede convertirse en un templo que alberga ilusiones y apariencias. No hay nada como una iglesia majestuosa para pensar que hemos encontrado a dios, ni un cuerpo hermoso para creer que hemos encontrado la salud. Pero la realidad es otra.


Es cierto que los productos Herbalife conllevan una acusada y rápida pérdida de peso porque son hipocalóricos, pero lo son a costa de un sinfín de nutrientes imprescindibles para gozar de una buena salud. El otro gran problema radica en la imposibilidad de mantener un consumo tan bajo de calorías a largo plazo, lo cual implica el ya mencionado "efecto rebote", es decir, ganar mucho más peso del perdido una vez abandonada la dieta. Y es que ninguna dieta sin educación nutricional sirve de nada si después quieres valerte por ti mismo. Porque Herbalife es lo que es no sólo a costa de nuestra reserva de vitaminas y minerales, sino también a costa de nuestra ignorancia; esa ignorancia que nos hace esclavos gustosos de serlo, cegados por el maquillaje que oculta la piel desnutrida y macilenta. No es casualidad que Herbalife venda cosmética, como la restauración de una iglesia que no soportar el paso del tiempo y de la verdad.


Pero quizá lo más grave de todo esto sea que aquellos que venden estos batidos, y otros suplementos alimenticios, no son profesionales de la nutrición, sino comerciales que prescriben los productos que su empresa fabrica y distribuye. Carecen de formación, más allá de la orientada a la venta y, con suerte, se les imparte un curso exprés de pocos días con conceptos obsoletos sobre nutrición y claramente insuficientes para prescribir ninguna pauta alimentaria. Como un ejército de repetidores idénticos entre si que sólo siguen el dictado de su amo. ¿Les suena? De eso hablaremos la semana que viene.

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